Nunca he renunciado a mi cuarto oscuro
donde disfruto y lloro
donde leo y pienso
ese espacio más allá de lo público y lo privado
llamado intimidad.
Donde nadie entra, ni siquiera de puntillas
nadie, ni siquiera quienes quiero.
Donde habitan mis fantasmas y mis ogros
y se siembran mis sueños
casi todos incumplidos.
Tan solo a veces, pocas veces
entra o sale el aire
en forma de poemas
para permitirme respirar.