Siempre muy marxista (de los de Groucho claro)
porque las cosas hay que verlas
con el extraño sarcasmo de tomarse todo en serio
y a la vez casi todo en broma.
No es cosa de estar de vuelta
sin haber llegado a ninguna parte,
ni de despreciar con burla aquello que los demás estiman,
sino de saber que no hay mayor tonto
que el que se da importancia.
Qué sospechosos son los que no se rien
qué sabios los que saben darle a las cosas
la importancia precisa,
ni más ni menos.