A veces la felicidad es caminar bajo la lluvia
buscando una librería de viejo,
un diciembre
cualquiera,
en el barrio de Tetuan.
Salir del metro en una ciudad ajena
en donde el norte se confunde con el pasado
y las calles tienen nombres de casillas de monopoly.
El móvil nos dibuja un mapa supuesto,
tres negros se
descojonan en la puerta de un kebab,
y una abuela echa el abrigo sobre los hombros de un niño
que protesta...
de repente nos miramos,
en un incontrolable deseo compartido de pisar charcos a saltos
sacando la lengua al futuro.