Nunca he renunciado a mi cuarto oscuro
donde disfruto y lloro
donde leo y pienso
ese espacio más allá de lo público y lo privado
llamado intimidad.
Donde nadie entra, ni siquiera de puntillas
nadie, ni siquiera quienes quiero.
Donde habitan mis fantasmas y mis ogros
y se siembran mis sueños
casi todos incumplidos.
Tan solo a veces, pocas veces
entra o sale el aire
en forma de poemas
para permitirme respirar.
He observado que nadie tiene interés en entrar.
ResponderEliminarAsí que tampoco me supone un esfuerzo.
En el cuarto de la intimidad no debiera entrar nadie quiera o no
Eliminarabrazos.
Es necesario tener un cuarto propio en el que poder ser, o no ser. En todo caso, es nuestra elección.
ResponderEliminarBesos.
En ese cuarto oscuro se concilian ogros y princesas
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