Algunas noches de febrero
huelen a tierra mojada
frias
sedientas de invierno.
Las calles vacias
a media noche
se envuelven en luz naranja
y la niebla ojerosa
repica en las aldabas
de las casas sin abrir.
Una pareja que salta
los cincuenta
se despide en un portal
con un beso mordido a la intemperie
ella se queda, él se va
y me da el argumento
para ir recreando este cuento
todavía a medio hacer.
A ver si aún me da tiempo
hasta ese momento
en el que el sueño
se enrosque en la almohada,
digo en la albada,
antes de caer.
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