Cierro la puerta
y pienso, no sé porque
que estallará una bomba
al marchar.
Antes he ido al cuarto de luces
he dado a los interruptores
a todos,
de esos interruptores con pinta de diferencial.
de esos que hacen ruido
de mecha fallida
al apagar.
He andado por los pasillos desiertos
cada vez más deshabitados
a oscuras, como siempre
sin ver,
y me he acordado de Saramago
y su Ensayo sobre la ceguera.
He degustado la nada,
la nada silenciosa,
profunda
con pinta de no ser nada,
pero no una nada de nada,
sino una nada escondida
detrás de logos pomposos
de agua y jabón,
o sea nada.
Luego he puesto las alarmas
más derogadas que un código ético
y he pensado que si un idiota de malhechor
pensara en robarnos,
merecería
que le pillara la policia
por idiota,
no porque sonara la alarma.
Y he cerrado la puerta
y el rellano estaba negro
solo con la luz cansina
de un ascensor muerto
que baja a ninguna parte
y sube desde el infierno,
y me he acordado
de la primera vez
que cruce esa puerta
hace quince años
y me han dado unas ganas
terribles,
de poner un post it en la puerta
"Disculpen que ya no vuelva"
sabiendo que mañana
tengo que regresar.
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