lunes, 14 de octubre de 2013

La noria del frenopático.

Al final vivimos en un espacio cerrado,
sistemático y angosto;
un "ya vivido" con aspiraciones de novedad.

Una misma historia
que cambia al azar personajes
y mantiene constante el mismo argumento.

Un tiempo arriba,
viendo la ciudad desde lo alto
con la distancia de lo divino,
y otro tiempo abajo
tan cerca de lo humano
que perdemos la perspectiva.

A veces con el deseo de seguir dando vueltas
en un carrusel frenético (digo frenopático)
y otras con la ansía de que nos paren
para darnos salida de una puta vez.

Quizá todo esto no sea cierto
y la apariencia de orden y giro,
no sea sino la argucia de dioses cabrones
para mantenernos a la espera de lo esperado
sin que intentemos cambiar las cosas.

Y mientras tanto, abajo de espectadores
una larga fila de inconscientes
queriendo subir a la noria.

3 comentarios:

  1. Me estas recordando mogollón a Gloria Fuertes...

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  2. En la Grecia clásica, estaban los que dedicaban parte de su tiempo a la cosa pública, y eran llamados ciudadanos. En segundo término, estaban los que se dedicaban a lo suyo (ya fuera algo mísero o un negocio floreciente que los enriquecía). El nombre que se les daba era "idiotas".

    El significado ha cambiado y ahora un "idiota" es otra cosa, claro que... ¿no se les puede definir con los dos sentidos a los que estaban despreocupados cuando "parecía" que todo iba bien? ¿Nadie había visto explotar una burbuja?

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  3. Miraba por la ventana
    la tarde en gris
    la calle mojada
    y nunca bajo a estrechar la mano
    de aquellos que lloraban
    y pisaban charcos.

    Amaranta Gazú

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