Algunos días de verano,
después de la tormenta,
me tumbo haciendome el muerto
y dejando que las olas me mezcan
en un bressol de mar.
Cierro los oidos, me tapo los ojos
y dejo que el agua
me lleve aqui y allá;
me escucho por dentro
sereno
como en los minutos de vigilia
que preceden al despertar
y reconozco un silencio
vacio y seductor que me atrapa.
Reto al aburrimiento haciendo nada
oigo batallas al fondo
ridículas, espesas e infantiles
escucho quejas
teñidas de complejos de inferioridad
resuenan lloros y
frustraciones mal curadas
y no hago nada,
y me dejo llevar y no hago nada
solo acunado por tiernas nanas en idiomas mezclados
que me permitan soñar.
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