Mi primer recuerdo de todos, absolutamente de todos
los recuerdos
fue sentirme bajar a su casa, tenía pocos años y medio,
y creo que estaba enfermo.
Desde entonces siempre, absolutamente siempre,
que recuerdo,
he bajado buscando lo que no tengo:
a veces era aceite, a veces era pan
a veces era un padre para comparar
y si volvía borracho
las llaves para entrar
Repartía besos y propinas a escondidas,
y una sensación profunda de normalidad
era madre de sus sobrinos
y viajera de documental,
curandera de prisas
mensajera de estimas
oyente de historias hasta el final
Las mismas paredes,
el mismo techo…
pero un poco más al sur,
de la casa de la Consuelo.
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