Me quedo solo
salgo al pasillo oscuro
y me encuentro con mi sombra
y la penumbra.
Le cuento que estoy allí
buscando palabras
que endulcen mentiras
y frases de atardecida
que concluyan un dia feliz y agrafo,
pero no me cree.
Piensa que me he rendido
que he abandonado la casa por la ventana
y el soneto por el margen.
Le digo que no,
que no es cierto,
que aún escondo versos guardados en el cajón
recuerdos que puedo pintar de ocres y noviembres
aunque no tengan rima,
y besos pendientes de regar
aunque sepa que ya nunca llegarán a buen termino.
Mi sombra me mira desde abajo
cruel e indefinida
con esa mirada incredula
de esposa engañada
y me dice que no me reconoce,
que me han robado el alma
que a mi sonrisa le faltan dientes
y le sobran gestos
y enfurecido le doy la espalda
para no verla
ni escucharla,
pero ella me sigue mar adentro.
Porque mi sombra me conoce
de siempre,
ella sabe rellenar
los huecos que no escribo
con insomnios y esquemas incompletos que me amargan el duermevela.
Y sabe incordiarme lo suficiente
para hacerme levantar a media noche
a teclear en vacio
estos ripios inconexos.
Muy bueno.
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