miércoles, 16 de abril de 2014

Aquilino Martín

Era una tarde incierta
de abril
cuando Aquilino Martín
salió a la calle,
enseñó su trasero
blanco y peludo al mundo,
le dio un euro a un negrico
musulman
que rebuscaba en las basuras
y un beso en lo morros
a la vecina fea del sexto
que quedó tan estupefacta
y sorprendida
que empezó a llorar
como si se le olvidara respirar
en cada hipido.

Entro en un bar
se pidio un bitter kas
y una ración
de boquerones en vinagre.
Y ya en la plaza subió a lo alto
de en una estatua
a caballo
del caudillo
dio vivas a la republica
por ser dia catorce
al tiempo que
vociferaba al mismo tiempo
larga vida al rey.

Era tal su desconcierto
y su falta de cordura
que varias viejas que lo escucharon
quisieron hacerle senador o concejal
hasta que empezó a vociferar
"Gabo es mi dios y Vargas Llosa su profeta"
y desistieron de su intento.

Luego sin saber porqué
recitó de memoria inicios de poemas
de Machado y Espronceda
Pegasos lindos pegasos caballitos de madera...
Son de abril las aguas mil...
Con diez cañones por banda...
Una tarde parda y frio de invierno...

Y al concluir tan entrecortado repertorio
vio con nerviosismo
que eran las menos diez
y se ató rápido la corbata al cuello
se enfundó el saco de pasear
y entro en su oficina bancaria
sin más preludio
que una disculpa por llegar tarde

Todo el resto del dia
se lo pegó
en silencio
concediendo prestamos hipotecarios al siete por ciento
sin comisión de apertura
ni carencia inicial.


2 comentarios:

  1. Es afortunado Aquilino, otros se ponen el traje para ira al banco sin haberse permitido enseñarle el culo a nadie, ni a declamar versos sobre una estatua ¡viva Aquilino!

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