martes, 31 de marzo de 2020

Nunca me aburro, siempre me faltan horas.

Me faltan horas
         pero no ventanas
ni conversaciones
         con los amigos,
ni libros,
ni documentales de rinocerontes
           en la tele,
ni sueños,
ni trasnoches,
ni versos recitados
           en blogs desconocidos,
ni hacer el amor a escondidas
ni besos en el balcón
ni ratos de intimidad con mis hijos
           haciendo como que estudiamos
ni video conferencias
           en el meet, en el skipe o en el zoom,
ni chorradas varias enviadas por guasap
          que hagan reir a los que están más tristes,
ni post viejos por releer,
ni listas de spotify por recrear
ni cuadernos de cuentos por ordenar,
ni teletrabajo por hacer.
Ni llamadas a las yayas a ver como están,
ni dos minutos de odio contra Goldstein
                                          Sanchez-castejón y alguno más.
Ni una ansiedad en el estomago
                       esperando los dias de vuelta,
ni imaginarme en silencio visitando las salas del XIX
                       en el Prado
ni imaginarme en silencio vistando paginas prohibidas
                       con cuerpos follando.
ni un espacio de recuerdos para estos minutos
                       tan llenos.
Me faltan horas,
por eso me como a mordiscos las madrugadas
en esta primavera en casa.






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