Te debo mis sueños de adolescencia
también el argumento para algún pecado
que no debiera confesar;
te debo mis primeros versos
tus silencios entendidos
como mis primeras derrotas
¿o quizás fuera al reves?
Te debo cuestionarme el tiempo
bajo la luna blanca cuando nos empezamos a besar,
te debo caricias en lo oscuro
cartas de invierno
y el miedo a crecer.
Te debo conversaciones largas llenas de alientos contenidos
y ese hueco en el estómago
cada vez que te intuía otra vez.
Preguntar por tus ausencias
repensar cada linea que te quería enviar
verte sin verte
estar a tu lado sin estar.
Y luego vinimos de regreso
de algún lugar futuro
plegando el tiempo al reves
Y luego nada,
o todo
en ese insensato encanto de una tensión aplazada
del polvo que atenua los otoños
de la asignatura pendiente que renuncias a aprobar.
Y te convertiste en sueño
y me converti en tus días borrachos de mi presencia (como cantaba Munarriz)
¿o quizás fuera al reves?
Y en esos años en los que la duda se come a lo incierto
y el vertigo atruena lo seguro
fuimos tentación que da argumento al tedio
en ese extraño placer de andar por el alfeizar del piso dieciseis.