Escribo rápido
como un beso de buenas noches.
Salgo a la calle
me asomo a lo oscuro
con la excusa de tirar mi basura del dia
y me encuentro con fantasmas.
Alientan a caballo de mi sombra
duendes insidiosos
que me señalan la segunda esquina
de este diez de septiembre
donde habitan mujeres de colores
que hacen felaciones sin abrir la boca.
Me siento en el mismo banco
de madera sin barnizar
y parezco un soltero sin perro.
Reto al mañana
en una reyerta a cuchillo
sin darme cuenta de que voy armado
con la paleta de pescado
y me perdona la vida.
Cruzo el puente del rio
con pasos trémulos
a los que atemoriza el vértigo
y el vacio. Me recito un poema
de Andreu
de esos que tanto me gustan con neveras,
sexo en retirada
y ropa interior con olor a lavanda y desamor.
Esquivo la tentación de saludarte.
Como cada madrugada,
te veo pasar de largo
con tu melancolia puesta
y tu dalmata en celo,
y me arropo de soledad y ausencia.
Regreso a casa,
embrido mis poemas y mis ganas de escribir
y me decido por una serie lenta de fracasos
e ilusiones que termine pronto,
al fin, cansado,
escucho en el spotify una versión rasgada de Bagdad cafe
para que me acune
antes de leer tu carta una vez más.
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