viernes, 14 de febrero de 2020

Mi revolución silenciosa

Algunas mañanas, me despierto de madrugada
en ese momento en el que las sombras
se hacen fantasmas
y los sueños propósitos
y me dedico a mirar el entorno
y dar gracias por ser yo mismo:
no lo considereis soberbia,
más bien acto de rebeldía.

Veo a gentes que se disuelven
en una insignificancia langida y efímera,
que viven como morirán
sin esquela ni obituario,
nada
absolutamente nada
quizás una partida de padel el jueves
quizás un vermú de sabado
y un resquemor inutil
por los meses que ocuparon la silla prestada
que creyeron suya, sin serlo y sin merecerlo.
Qué revolucionarios somos los que cuando
nos han prestado un cargo eventual
lo hemos disfrutado, sin luego añorarlo.

Veo a gente sin grupo ni comarca,
sin amigos,
sin novios a los que recordar
(ni que les recuerden, por supuesto)
no se puede llegar a los cuarenta
sin más entretenimiento que solventar
conflictos con padres avatares
con madres convertidas en madrastras,
no se pueden comprar maridos de alquiler
inventar enemigos
para dar argumento a tus frustraciones.
Qué revolucionarios somos
quienes hemos construido lo que somos
con partes de todos los que nos rodean.
Los amigos cuestan mucho, pero valen más de lo que cuestan
nunca te vayas corriendo a casa cuando tus amigos
te organizan una fiesta.

Veo a gentes sedientas de caricias
a las que nadie aprecia.
Siempre dicen que no van al trabajo a hacer amigos,
quienes tampoco los tienen fuera.
Feos, gente muy fea
más por dentro (o también) que por fuera,
gente a las que ya no aguanta
ni su vecino de escalera.
Hasta los guebos de escuchar lecciones
de quienes sus hijos se mean
todas las noches en mi puerta.
Qué revolucionarios somos quienes
nos aprovechamos de ser queridos, aun sin merecerlo
Qué revolucionarios
quienes disfrutamos de que alguien nos señale a nuestros hijos
como buena gente buena
con independencia del boletín de notas
                                                   y de lo que sea


No soporto a los lánguidos
No soporto a los llorones
                  que echan la culpa a los demás
no soporto a los hijosdeputa
que vienen a darme lecciones.

No lo considereis soberbia,
más bien acto de rebeldía
añorando revoluciones.










3 comentarios:

  1. Duro lo que has escrito, cierto también. Creo que a tu edad pensé algo parecido. Hay pensamientos que parecen ir, o llegar, con la edad, y por lo que he visto les suceden a algunas personas, no a todas.
    Soy mucho más mayor que tú, creo que tengo algunos de esos pensamientos que también tienen alguna gente de mi edad, y más mayores. Más mayores, otros pensamientos.
    En fin, ánimo y un abrazo

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  2. Mil gracias amigo
    Yo ando vacilante por el alfeizar de los cincuenta.
    Abrazos

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